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sábado, 4 de diciembre de 2010

POR FAVOR... BAÑESE AUNQUE SEA POBRE...

POR FAVOR ... BÁÑESE AUNQUE SEA POBRE.

Hoy me levante temprano. Sonó el celular con alevosía. Se parecia a mi madre cuando mete bulla los días domingos.

Me tire cama abajo. Me llamaban del trabajo. Soy independiente. Trabajo solo.

Tome el autobús. Lo de siempre:

Taco en el cruce del semáforo. Vieja que se queja con el chofer. Chofer que no pesca. Pasajeros que hacen caso omiso.

Lo de siempre.

 Era la ruta de la autopista. El tour del que viaja apurado.
 Pero siempre menos apurado que el chofer del autobús.

En el cruce subió un "flaitecito". Vendía stiquers. Feos. Muy feos. Eran pedazos de plásticos pegoteados que según decía el "canerito" que los vendía, servían para pegar en los cuadernos de los niños.

El pendejo quería ser simpático. Quería llamar la atención. Pero era un pegote feo. Feo. Con marcas de acné en su cara.
Como sus pegatinas. Feas. Sin gusto.

Se hizo el galán con dos niñitas rubicundas que hablaban como ferianas. No eran feas. Parecían damitas. Pero el acento las delataba.

Tez clara. Ojitos celestes y verdes. Y una lengua muy puntiaguda.

El vendedor de "la novedad del año" intentaba llegar al menos al corazón de una de las dos; con payasadas tan burdas que sentí vergüenza. Hablaba como el "pato Donald". Les rapeaba. Chillaba en algún dialecto propio de su rama de primates.
Que era un código ininteligible incluso para el delfín más amaestrado.

 Era patético.

 Burdo, ordinario y patético.

Después se fue hacia los asientos de atrás del autobús. A mí ya me tenía nervioso:
 ¿ Por que no se calla ?
¿ No ve que parece un mono ? ¡ Solo le falta el organillero !

Pero el simio no sabía leer la mente. De haberlo hecho se habría suicidado ante tanta protesta.
( O en su defecto nos habría asaltado a todos )

Y volvió a... cantar ? el rap del pato Donald ?

Fueron los cuarenta y cinco minutos más desagradables de la semana.
He pasado por peores. Pero uno nunca se imagina que el desagrado del desgraciado anterior pueda ser superado tan fácilmente.

¡ Ojalá les pagaran para justificar tanto esfuerzo!

Paso el flaite por mi rincón. Por mi asiento al lado de mi ventana. Y un olor a sabanas sucias me perforo la nariz.

Conozco a gente. Y debo escribirlo con letras grandes "GENTE". Y todos se bañan por la mañana. No importa su condición social. Este no. Tenía olor a sucio.

Era un flaite galán y sucio. Además le fallaba el "chiclere de baja". Y seguía pretendiendo ser tomado en cuenta por el par de dulcineas rubias que solo deseaban tenerlo un rato a solas para "lebantarlo a chuchadas".

Parecían damitas. ¿ No se los habia mencionado ?

El autobús habia llegado a la ciudad. Y el desventurado galán seguía dando clases de: "cómo NO... ( Enfasis en ¡NO! )  ... se conquista a una dama".

Hasta el automatizado chofer del autobús le dio un par de miradas que de ser cuchillos yo habría quedado todo salpicado.






Llegamos. Le dijo.  ( Con la suavidad que tienen los micreros )
Y el se despidió por poco con besos con el par de diosas de barrio.
Ellas se rieron nerviosamente. Quizás por el olor. Quizás por la incomodidad.
¿ Quien sabe... ?
Pero cualquiera de los dos argumentos en la historia que ellas contaran estoy seguro que son valederos.

Y se bajo del autobús.
Hizo una maroma que él pretendía ser simpática. Como un mimo que choca con una pared.

Ahí fue que lo mire bien. Tenía un par de brazaletes de alambre puestos justo en cada uno de sus escuálidos bíceps. Y una camiseta de algún club deportivo gastada y raída. Con un par de pantalones dos o tres tallas más grandes; desteñidos y gastados como los que usan algunos cantantes "fuleros" y marginales que salen en la T.V.

¡ El hombre se creía todo un galán ! Y era un marginal "casanova sobreinflado".

Suerte que se bajo. Me sentí aliviado.

Veinticuatro minutos antes casi me sentí obligado a decirle que se tirara ruedas abajo.
Ese olor a mugre me hacia doler la cabeza.

Me baje de la micro y me dirigí a la oficina de los ingenieros que me habían llamado temprano por la mañana.

( Y recién eran las once y media ) todavía me faltaba el “pirulazo” que me tenia reservado mi jefe.
  
                                                          Fin











  


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